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miércoles, 15 de diciembre de 2010

EL VIENTO ME LLEVARÀ-Marietuka-

EL VIENTO ME LLEVARÁ

Nunca podré olvidar aquella noche. En la terraza de tu hotel, en Lituania, tú estabas rodando una película, yo acababa de volar después de un concierto, desde la otra parte del mundo. Necesitaba verte, no soportaba pasar tantos días sin tí, pero ni yo quería dejar de cantar ni tu de actuar, así que tratábamos de vernos el máximo posible, aunque ello supusiera interminables viajes de avión.

Nos sentamos frente a frente, como tantas otras veces. Tomé una vela para encender un cigarrillo, y me contaste esa vieja historia polaca, según la cual, cada vez que alguien enciende un cigarrillo con una vela, en algún lugar del mundo muere un marinero. Traté de imaginarme a un marinero falleciendo en alta mar por mi culpa en ese momento, y pensé que las viejas historias siempre suelen tener algo de verdad. Y dediqué el resto de la noche a matar marineros de un modo imaginario.

Esa noche, en tus ojos, había algo extraño, una especie de velo de tristeza, una mezcla de cansancio y hastío, algo turbio, que no encajaba con nuestro reencuentro. Te serví otro gin tonic, me preguntaste si tenía coca, saqué mi bolsita mágica de la cartera, y te hiciste unas rallas sobre el espejo que te regalé años atrás.

Dijiste que te apetecía tomar sola un largo baño de agua caliente, y que al terminar, haríamos el amor. Me quedé solo unos largos minutos, junto a mi viejo amigo Jack daniel's. Me servía tragos largos en un vaso de agua, sin hielo ni nada, como siempre. Me gustaba sentir como me quemaba desde la boca hasta el estómago cada trago.

Le daba vueltas una y otra vez a esa canción que no acababa de salir. Desde hacía algún tiempo, me sentía incapaz de crear. No podía escribir ni una sola línea, y se acercaba el plazo para cumplir con la discográfica sacando un nuevo disco, y no tenía un solo tema nuevo. Los chicos de la banda estaban ya inquietos al comprobar ensayo tras ensayo, que no había nada nuevo. El antaño inagotable caudal de creaciones con que les abrumaba, y que nos obligaba a dejar fuera del repertorio temas francamente notables, por falta de tiempo y espacio, había dado paso a una sequía que ya duraba demasiado. Tenía una canción atascada, y lo sabía.

La sensación era terrible, tenía una historia que contar, y era perfectamente consciente de que hasta que no la hubiera expulsado de mi interior, ninguna otra historia podría crecer, era tan importante que no había espacio para las dos. Pero no era capaz ni de empezarla, ni siquiera sabía de que trataría, solo que estaba allí, y debía sacarla a toda costa.

Iba a encender el enésimo cigarrillo con la vela, pero sentí que ya había acabado con la vida de demasiados marinos por esa noche, así que le pregunté a ella si tenía fuego. “Claro cariño, mira en mi bolso”. Encontré un zippo, un encendedor poco femenino, funcionó a la primera, y de pronto, oh Dios, me sentí paralizado. Un escalofrío escaló toda mi espalda, explotando en el cerebro. No podía ser. Tardé unos segundos en decidirme a mirar la base...y sí, allí estaba la temida inscripción, un sobrio “Jean”. Era el mechero de mi guitarra solista, y que estuviera en el bolso de mi chica, solo podía significar una cosa....

Todo encajó, mi bloqueo, el distanciamiento con Jean, mi sensación de vacío. Cuando salió del baño envuelta en un albornoz blanco, con una sonrisa sensual, me acerqué con el mechero en la mano y le pregunté “¿Que significa ésto?” “¿El qué?”, y de repente, todas mis fuerzas se concentraron en mi puño que fue directo a su mandíbula. Jamás había pegado a una mujer, pero supongo que siempre hay una primera vez para todo. Ella cayó al suelo, manaba abundante sangre de su nariz y sus labios, empecé a propinarle puntapiés preguntándole a gritos “De dónde coño ha salido este mechero?”.

Ella en esas circunstancias, era absolutamente incapaz ni de entender la pregunta, ni de recordar nada. Tal vez si la pregunta se hubiera planteado en un tono mas relajado, tomando una copa, ella hubiera llegado a recordar que semanas atrás, cuando en Paris se reunieron a cenar todos los miembros de la banda con sus parejas, ella que fue la última en levantarse de la mesa, encontró el mechero y lo guardó en su bolso pensando en averiguar a quién pertenecía y devolvérselo a su legítimo propietario a lo largo de la noche, pero al salir, su chico dijo que estaba muy cansado, y mejor marcharse a dormir, y se olvidó por completo del encendedor. Y ahora, en esas circunstancias, no podía recordarlo.

Seguía lanzando patadas y gritando, hasta que entró la policía en la habitación, y me sacaron de allí esposado. Ya en prisión, supe que ella había fallecido pocos días después en un hospital a causa de las graves lesiones recibidas.

La vida en la cárcel es dura. Más para quién como yo, estaba acostumbrado a vivir al ritmo de una gran estrella de la música. En mas de una ocasión sentí tentaciones de dejarme llevar, volver a consumir drogas, incluso acabar con mi vida. Pero tenía un objetivo que cumplir. Por eso ni fumaba ni bebía y hacía deporte a diario. Debía mantenerme en forma hasta el momento de mi salida, para cumplir con mi misión.

Cuando el asistente social, el juez, o mis compañeros me preguntaban, siempre hacía el mismo numerito, dejaba caer unas lágrimas, hablaba de mi arrepentimiento, de que la vida ya no tenía sentido sin ella. “soy un monstruo, no merezco vivir sin ella” decía entre sollozos”, con la certeza de que si me mantenía firme en la versión de que enloquecí y me arrepiento, acabaría saliendo antes de aquel agujero. Y tenía prisa por salir. Maté a esa puta, pero Jean seguía vivo...

3 comentarios:

  1. Verdaderamente... escalofriante
    besos.

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  2. Vaya historia, como podria describirla? muy fuerte.... marieta besitos muackkkkkkkkkkkkkkkkkkk

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  3. Mairetuka, hija.... qué cosas se te ocurren. Y sí, me parece escalofriante o espeluznante. Menuda pieza el nene... para echarle de comer aparte.
    Pero muy bien escrita la historia.
    Un beso.

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