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sábado, 25 de diciembre de 2010

O Apalpador de barrigas

Bueno, teniendo en cuenta que no me gustan estas fiestas, igualmente voy a felicitaros la navidad de una manera un poco a mi modo (vamos, yéndome por las ramas, como de costumbre) Os voy a contar la historia de El apalpador de barrigas (que vendría siendo, mas o menos como el Papa Noel de nuestros días).



Un viejo carbonero de barba larga, boina, pipa, ropa remendada y un saco de castañas. Es, para quienes no lo conozcan, el Apalpador, un personaje a medio camino entre realidad y mito que, según reza la tradición, vivía en las montañas lucenses y en las noches de Navidad bajaba a las casas donde había niños para comprobar si tenían las barrigas llenas y dejarles castañas calientes si no era así. Para muchos es un desconocido, pero el Apalpador es, en realidad, lo que Santa Claus a los países nórdicos, el Olentzero a las tierras vascas, el Esteru a las cántabras o el Pandigueiro a la montaña ourensana, personajes creados por el imaginario colectivos en base, probablemente, a un elemento real: la preocupación, en tiempos de escasez y frío, por el bienestar de los niños.

El problema es que, a diferencia de Papá Noel, que cada vez goza de mayor aceptación, el Apalpador había caído en el abandono, hasta hace tres o cuatro años, cuando varios estudiosos y colectivos comenzaron a trabajar en su recuperación.

[El Progreso 2009]

El apalpador vive en la memoria de los habitantes más ancianos de O Courel y Os Ancares, tierras de la montaña luguesa donde Ánxel Fole situó sus mágicos cuentos de lobos, meigas, trasnos y aparecidos que se recogen Á lus do candil* (A la luz del candil). Los más viejos del lugar lo recuerdan por lo que sus mayores les contaron y lo describen como un viejo apacible, barbado y grandote, que fuma en pipa, lleva boina y viste chambra colorida y pantalones con remiendos.

Cuentan también que la noche del veinticinco o treinta y uno de diciembre, este gigante bonachón y de oficio carbonero, abandonaba las altas dehesas donde vivía y bajaba a las aldeas para entrar sigilosamente en el cuarto de los más pequeños. Después de palparles la barriga con sumo cuidado (de ahí su nombre de Palpador) y comprobar que estaban bien alimentados, les deseaba que el año venidero no pasasen hambre y como regalo de navidad les dejaba un buen puñado de castañas asadas (O Apalpador era hombre sabio y no ignoraba que en aquellos tiempos –XIX y principios del XX- la castaña en Galicia era un alimento muy preciado). Alguna vieja del lugar todavía recuerda una cancioncilla que cantaban a los niños para incitarles a dormir y calmar la excitación que les provocaba la llegada de este mítico personaje: **

Vaite logo meu ninín, /Vete pronto niño mío,
marcha agora prá camiña /marcha ahora a la camita
que vai vir o Apalpador /que vendrá el Palpador
a palparche a barriguiña./ a palpar tu barriguita.

Confieso que la leyenda de O Apalpador genera en mí sentimientos encontrados. Por una parte me resulta entrañable, me lleva a la Galicia que mis abuelos y mi padre recreaban oralmente y donde aflora el realismo mágico de una tierra rica en tradiciones y leyendas que fueron fuente de inspiración para los cuentos de Fole, Dieste o Cunqueiro. Pero desde una perspectiva menos romántica, me transporta a una época de aislamiento, privaciones y miseria. El hecho de que O Apalpador palpase las barrigas para comprobar si los niños estaban bien alimentados, me hace pensar en la escasez de comida y en las duras condiciones de vida de hombres y mujeres que sometidos al aislamiento y al abandono se vieron obligados en muchas ocasiones a emigrar. Sin embargo, no deja de resultar conmovedora esa emoción que despertaba en los niños el regalo de un simple puñado de castañas, el valor que para ellos tenía algo tan esencial como la comida. Y por desgracia sigue habiendo muchos lugares donde los niños recibirían la figura de un Palpador con tanta ilusión como aquellos otros que antaño habitaron las tierras de la montaña lucense.

*A lus do Candil, Ánxel Fole. Edit. Galaxia, Vigo 2004

**La recuperación de esta figura de la cultura popular gallega se debe al investigador José André López Gonçalez y fue el pintor e ilustrador gallego Leandro Lamas quien creó la imagen del viejo carbonero que recuerda al Olentzero del País Vasco y al famoso San Nicolás o Papá Noel de controvertido origen

[Texto extraído de este blog]


Bon Nadal a todos y muchas castañas para el venidero 2011


Y como dijo Mercedes Milá... Felices fiestas para los que están felices, y lo más posible para lo que no pasan por una buena época.

2 comentarios:

  1. gracias por recuperarme una parte de mi cultura
    besos

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  2. Un historia muy bonica. Gracias por compartir cosas de tu tierra con nosotros.
    Un beso.

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