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sábado, 12 de febrero de 2011

Bits con dueño

A tenor de leyes recientemente aprobadas y con el deseo de que no destrocen el "peligrosísimo medio para las Gentes de Orden" en que se ha convertido Internet, va esta a modo de proclama:


Los bits con dueño.


Los que empezamos haciendo nuestros primeros programas de ordenador en las viejas tarjetas “hollerith”, si, aquellas de cartulina con agujeritos, y que en la actualidad seguimos en la brecha, hemos tenido ocasión de asistir al nacimiento, crecimiento y evolución de un medio que no pudimos ni soñar: el mundo de los ordenadores y de Internet.

La cantidad de información se mide en bits. Pero eso no tiene nada que ver con los ordenadores, aunque estos sirvan para procesar información. Un bit es la información que damos cuando contestamos a una pregunta que se pueda responder con verdadero o falso, cara o cruz, un sí o un no...

Si describimos un cuadro reduciéndolo a puntitos de color y codificamos esos colores numéricamente, si codificamos los caracteres de un libro numéricamente, si muestreamos y codificamos sonido o imágenes en movimiento y lo empaquetamos en un fichero de ordenador, las cosas se reducen a algo muy simple: paquetitos de información codificada en paquetitos de bits que se pueden almacenar, procesar, transmitir y difundir por medios electrónicos como la televisión, los ordenadores y las redes como Internet.

A lo largo de la historia se ha demostrado que la información es poder. Todo puede reducirse a bits de información, desde un Renoir hasta El Quijote, desde las posiciones de los ejércitos enemigos hasta la información necesaria para montar un negocio, la fórmula de un fármaco, los planos de un avión o las planchas para imprimir billetes de banco.

La historia de la economía esta plagada de ejemplos en los que el flujo y reflujo de la información ha producido cambios muy importantes en la historia de la humanidad. La caída del Imperio Romano y de sus estructuras de comunicaciones (las vías romanas), la destrucción de bibliotecas como la de Alejandría, la preservación de libros por la Iglesia, aunque también su capacidad de acapararlos hasta la aparición de la imprenta de tipos móviles, han marcado la entrada y salida de la humanidad en etapas oscuras como la Edad Media seguidas de otras mas luminosas como el Renacimiento. Por ejemplo, la posibilidad de reproducir libremente la Biblia ayudó en gran manera a la expansión de la reforma protestante y con ello, la perdida del monopolio sobre la cristiandad de la Iglesia Romana, y también el monopolio de la interpretación del texto bíblico.

Con el tiempo, el acceso a la información nos ha llevado a nuevas formas de aprendizaje y de educación y a cambios profundos en la forma de entender el mundo de los seres humanos.

Hagámonos una pregunta. Yo tengo en casa una preciosa lámina en papel couché enmarcada de Los Girasoles de Van Gogh. Pongamos que su valor a precio de póster sea de 10 euros. La foto es realmente buena, en ella se aprecian detalles sobre la pincelada y la técnica...¿por qué “los Girasoles” es uno de los cuadros más caros de la historia y sin embargo yo tengo una reproducción de aceptable calidad en mi casa por poco dinero? La cantidad de información que mi cerebro almacena cuando contemplo la pintura de Van Gogh no es demasiado diferente en bits de cuando contemplo mi lámina. Por otra parte nadie en su sano juicio temería que me engañasen diciéndome que la lámina es el original. Mucha gente espera que la Gioconda de DaVinci no sea “tan pequeña” cuando la ven en el Louvre. En todo caso, ¿por que hay una diferencia de valor tan enorme entre la obra original y sus reproducciones, incluso las de buena calidad? Pues sencillamente porque hemos sido educados y convencidos de que la obra original tiene un valor añadido que es ajeno a la información propiamente dicha. O sea, nos han enseñado a pensar que los bits tienen sentido de la propiedad, tienen dueño, pero además... ¿también hay bits de mejor o peor calidad?

Imaginaos a los copistas medievales (sí, copistas) en sus abadías, aterrorizados por el advenimiento de la imprenta y la posibilidad de que “cualquiera” pueda reproducir un libro. ¡Sacrilegio! Clamaría Jorge de Burgos ¿Qué hubiera ocurrido si tuviesen entonces la posibilidad de regular o prohibir legalmente tales prácticas? Afortunadamente los mecanismos de control de la época eran infinitamente inferiores a la actualidad y por otra parte, la gente de la farándula cobraba solo por hacer teatro, los artistas eran remunerados por la venta de sus cuadros o esculturas o bien se acogían al sueldo de un mecenas a cambio de sus servicios. No había merchandising ni productoras, ni editoriales, hasta que algún listillo se dio cuenta de que podía lucrarse interponiéndose entre los autores y los consumidores del arte por un módico porcentaje. Bach vivía de su sueldo de organista. Da Vinci de sus mecenas.

Cuando yo era un crío existían unos magníficos magnetófonos de cinta ancha, carísimos, pero de unas buenas prestaciones técnicas. Después vino el cassette. Se popularizó un formato muy cómodo pero de una calidad malísima e hicieron falta varias décadas y la invención del dolby y nuevos compuestos magnéticos para conseguir un mínimo de calidad en aquellas cintas tan estrechas. La música era tan “pirateable” como ahora, pero el medio era tan nefasto que las discográficas estaban razonablemente tranquilas. Yo crecí oyendo a los Beatles en cintas de cassette y hoy me sorprendo de entender la letra de las canciones cuando las vuelvo a escuchar. Los que se lucran con el trabajo de los artistas sabían que si querías escuchar con calidad, te tenias que comprar el vinilo. Y nadie podía estampar un vinilo en su casa.

Pero el cuento ha cambiado. Con un ordenador doméstico podemos replicar música con el nivel de calidad que deseemos. Tenemos mpeg, mp3, m4a, ogg, flac o wav para elegir. Podemos grabarlo en un medio razonablemente resistente y barato que también sirve para guardar nuestros documentos, las fotos del bebé o un vídeo doméstico, y se graba en casa. Pero la misma industria que nos vende los medios para hacerlo, nos llama delincuentes por usarlos aunque sea sin ánimo de lucro. Y en el colmo de la doble moral, consiguen que el estado recaude para ellos un oprobioso canon sobre esos medios, presuponiendo siempre que van a ser usados para una actividad ilegal. Pagamos por un paquete de Cds, por una segunda unidad de disco duro, por un reproductor de vídeo o por el iPod, independientemente de que los usemos para almacenar el fruto de nuestro trabajo o las fotos de la familia. ¿Dónde lleva la ranura par Cds un iPod?

En el fondo, no se trata ya de copiar o no copiar, sino de seguir viviendo de vender aire. La culpa de todo la tiene Mickey Mouse. El inocente ratoncito setentón ha conseguido ya varias prórrogas de la administración USA para no tener que pasar a dominio público. No quiere representar a América, sino seguir estando a sueldo de una compañía que ha dosificado sabiamente las reediciones de sus clásicos en periodicidad y tiradas justas para mantener el interés, mientras nosotros, los papis pazguatos, seguimos comprando sus princesitas a nuestros hijos en VHS y a nuestros nietos en BluRay. Detrás ha venido todo lo demás.

¿Cómo es posible que llevemos hablando mas de un año de lectores de libros electrónicos, se hayan desarrollado nuevos sistemas de “tinta electrónica” y el mercado no despegue? Simplemente porque las editoriales de libros tiemblan de perder el viejo esquema de ganar dinero. ¿Que pasó en su momento con el Minidisc? Pues que era un disco magnetoóptico regrabable de la Sony que hubiera sustituido con ventaja a los viejos disquetes, pero que también reproducía música y prefirieron dejarlo morir de aburrimiento antes que liberar la propiedad del formato. ¿Por que triunfa el Blu-Ray? Porque de momento no se puede copiar en casa y es la reserva espiritual del viejo sistema de las distribuidoras. En efecto, interesa que los bits tengan dueño.

¿Quién es más “artista”, un arquitecto o un músico? ¿Por qué su trabajo intelectual debería de ser remunerado de forma diferente? El arquitecto se levanta un día y diseña un edificio. Cobra por el proyecto y la ejecución una sola vez y a nadie se le ocurre que haya que pagarle un canon cada vez que alguien pisotee sus baldosas. Nadie paga a su médico por cada día extra de vida tras una exitosa intervención. Cobra su sueldo o sus emolumentos una sola vez. Trabajan toda la vida, tienen un horario. ¿Es una cuestión de corporativismo? Si sus colegios profesionales consiguiesen que el estado recaudase un canon para ellos por conceptos análogos lo admitiríamos? Muy buenas señor mio, este mes le debe usted a su medico 31 euros por los dos stents y el bypass. Menos mal que Febrero sólo tiene 28 días...

Imagínense a Larousse o a Espasa-Calpe cobrándonos un canon por usar la wikipedia. O a los dueños de Encarta... bueno, a estos si me los puedo imaginar... Admitámoslo, lo del pueblo soberano parece un chiste si leemos algunas cosas de wikileaks.

En efecto, a ciertos sectores les crecen los enanos. En vez de presionar a los gobiernos para proclamar leyes estúpidas y ponerle puertas al campo deberían pensar en nuevos métodos para seguir ganando dinero. ¿Ya no es rentable editar música? No me lo creo. Véndame usted los CD a un precio razonable. Yo ya pagué en su día por mis discos de vinilo o mis CD. Una vez. Y voy religiosamente al cine de estreno. Me gusta la pantalla grande y las palomitas. Pero si quiero guardar la peli una vez que ya he pagado por verla ¿soy un delincuente?. Que los músicos y artistas vuelvan al mecenazgo. Que busquen quien les pague un sueldo por levantarse todos los días y trabajar, componer, interpretar o hacer cine como hacemos otros que no vivimos en Miami. A cambio que renegocien sus contratos con las discográficas. Que suban sus discos a Internet. La versión de baja calidad gratis. La versión buena, con portadas, con carátulas y con librito por un precio módico que pueden compensar por la publicidad de la web. Se ahorran además el coste de imprimir el CD, de la cajita, de la distribución y podrían vender en las tiendas kits de hágaselo vd. mismo, para imprimir la pegatina del disco y el librito en casa (eso si, ya sin canon eh). Lo mismo para los libros. Lo mismo para el cine. Y de paso me permito recordarles que no es del todo gratis. Antes comprábamos discos pero ahora compramos ancho de banda, pagamos nuestro ADSL y nos exhibimos impúdicamente en las redes sociales. Los chavales de hoy son el mercado del mañana. Cuidenlos. Y mientras tanto, no me sean burros. Conseguirán con sus leyes estúpidas que los internautas y los servidores se vayan a otros países. Tierras de nadie, plataformas petrolíferas fuera de aguas jurisdiccionales o atolones apenas cubiertos por las aguas. Véndanme información. Véndanme un medio libre. Sus propietarios serán otros. O probablemente, los mismos de siempre. Los dueños de la Información, los propietarios de los bits.

5 comentarios:

  1. No se puede explicar mejor. Me gustaría ver a la señora Sinde argumentar en contra de esta magnifica exposición de la realidad.
    Caserito eres un crack. Besitos

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  2. Sin lugar a dudas, magnífico artículo. Claro, concreto y realista.
    Case, de mayor quiero escribir como tú.
    Un beso.

    PD.: Deberías publicarlo en un diario, de tirada nacional o incluso digital. No digo nombres por el tema de la publicidad pero me entendéis, a que si?

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  3. Me da rabia tener que darle la razón a un gallego, pero oyes, cuando la tiene, la tiene.
    Los argumentos son de peso, el lenguaje claro, la exposición, como a mi me gusta, de menos a mas, comenzando como quien no quiere la cosa y terminando con un par. Soy de la opinión de Minerva, el articulo merece ser publicado.
    Un abrazo, chiquitín.

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  4. Gracias por los elogios. Y os aseguro que no me esperaba que coincidiera con lo de Alex de la Iglesia que sostenía tesis parecidas. Pero lo mejor y a pesar de la censura de la teles ha sido ver la cara de "sonrieministra que te mira todo el pais" mientras se comía el cabreo con patatas y vestido elegante.

    Yo digo que no exista la propiedad intelectual, sólo pienso sobre la licitud de ciertas "maneras de rentabilizarla".

    Gracias

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  5. Hay una palabra que se esconde detrás de todo esto; NEGOCIO. Un negocio muy rentable y lucrativo. Tanto la industria discográfica como la cinematográfica están viendo como se tambalean los cimientos de una estructura antigua y obsoleta. Pero se resisten a cambiar, a adaptarse a los tiempos que corren y a una sociedad que cada vez devora mas contenido cultural. Prefieren atrincherarse en el pasado y convertirse en las victimas del progreso, cuando, en mi opinión, podrían ser los mayores beneficiados de toda esta revolución tecnológica y cultural. A su favor tienen poder y dinero, lo necesario para acallar la voz de un pueblo que exige un cambio.

    Case_ +1

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