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sábado, 27 de noviembre de 2010

ALGUNA COSITA DEL CHAT....


Juro por la peineta de la PANTOJA, que pa mi es sagràaa como sabeis,  que esto no es de mi cosechaaa.
EL IMPOSTOR DE SÍ MISMO
Podía haber sido pizzero de Algeciras, o Jefe del Servicio de Parques y Jardines del Ayuntamiento de Los Barrios, o sepulturero en Medina Sidonia, almacenista en el Hipercor de Marbella, o incluso, por improbable que parezca, un zángano maestrante de Zaragoza sin oficio ni beneficio. Cuando conocí a gasbrajamo (ése era el desordenado nick o apodo que solía utilizar en los vericuetos del Chat en los que me encontré con él –luego, tras muchos años intentando descifrar su significado, supe que también se trataba de un alias cuando menos petulante y en todo caso chabacano, pues resultaba de alterar con ingenua picardía de infante las sílabas que integraban el grosero vocablo de “mojabragas”-), pues cuando lo conocí, como digo, podía haber sido todas esas cosas o incluso ejercer oficio de más alcurnia como el de arquitecto técnico municipal, pero eso carece ahora realmente de importancia para todo lo que vino después. No obstante ello (como hubiera escrito un profesor chuleta y barroco), él siempre aseguró que era persona de ringorrango.

Quedan lejos esas noches volcada en el ordenador esperándole, buscando sus palabras con desmesura, su fino humor, e incluso, luego, más tarde y conforme íbamos intimando, esas palabras sugestivas y excitantes que encendían mi deseo de madrugada. Las imágenes tan explícitas, esas meticulosas descripciones al teclear, consiguieron lo que jamás llegué a imaginar: una intensa excitación al sentir extrañamente el cuerpo de ese macho lejano en esa geografía tan inexacta de Internet. Me excitaba el sexo salvaje que me proponía, las perversiones de las que hacía alarde con insistencia. Su perversión más frecuente, en la que se mantenía constante y de la que recababa mi ayuda imaginativa con regularidad, era el que me vistiera para él de colegiala quinceañera,
para imaginarme así con vista a sus imagino regulares fantasías eróticas tras los telediarios de las catástrofes, siempre tan insatisfactorios. Pero a eso siempre me opuse, obviamente, pues sólo de imaginarme con la faldita escocesa tableada (y la corbatita a juego que sólo usan las escolares de las películas porno), me invadía una incontrolable y estridente hilaridad.

Creo que me enamoré, no exactamente con la sinrazón alocada de la colegiala de uniforme que él siempre pretendió ver en mí, pero me enamoré absurdamente y sin remedio de aquel sujeto que ahora estimo ignoto pero con el que forjé tantas fantasías. Con el que iba soñando día a día, con cuyo pensamiento despertaba, con quien me acostaba cada noche en mi imaginación, el que siempre me esperaba “al alba”, el que me esperaría siempre.

Pero de improviso, cosas que pasan, aquel sujeto rompió en raro, internándose en una sucesiva cadena de personajes que nadie creería (salvo yo, claro, tan entusiasmada e ilusa). Y desde ese momento se trastocó en el empresario quebrado al que su socio había engañado, el muy crápula (suele pasar con los socios avispados o meramente golfos), y luego de ese trastorno probó de timonel o patrón o teniente de corbeta pirata o capitán de bandidos que llevaban droga rumbo a mil sitios. Y luego, finalmente, sorprendido por la pasma portuguesa en una de esas viajatas con tufo a kilos de hierba. Tras la humillante detención la terrible disyuntiva: “o al trullo unos añitos o te vienes de confidente con nosotros para perseguir el crimen organizado”. Y él aceptó esconderse del mundo, eso me contaba, y se hizo nuevo caballero andante viajando por tierras lejanas garante siempre de la legalidad y las buenas costumbres, eso me confesaba solemnemente a cada rato. Y, a partir de entonces, ya ni al Chat podía entrar a echarme unas palabritas, no fueran a dar con él los de las mafias, que a habilidosos no había quien les ganara en eso de la red. Había que obrar con suma cautela, me insistía una y otra vez.

Por toda esta secuencia de desastres dejé de verlo, de hablar con él prácticamente, de disfrutar de su charla animada cada noche. Aparecía cada varios meses, de repente y sin previo aviso. A veces decía chatear desde Malta, otras desde Oriente Medio, muchas desde el mismo corazón de África (pero siempre con la anuencia de sus jefes, que trasteaban con la conexión y le alteraban el Proxy, no fuera a ser que dieran con él, claro). Cortó de repente las comunicaciones telefónicas, era muy arriesgado, eso me dijo. Todas estas cosas me decía en aquel entonces. Yo acababa de separarme de ese vómito de gritos que era mi marido y necesitaba mantener esa llama de amor escondido y anónimo como terapia eficaz tras la ruptura y por eso me negaba una y otra vez a dimitir de la enamorada confiada y eterna en que me había convertido. O yo qué sé; en realidad nada de eso que me contaba para justificar su ausencia y su distancia me quedó nunca claro del todo, pero yo le creí. En realidad, hay cosas impensables que suceden. Así pensaba yo en ese tiempo que ya se me antoja lejano, nebuloso, posiblemente absurdo, como si nada de aquello hubiera existido.

Como en la vieja canción de la cantante ostentosa que ya no está: “y yo le creí”. Pero lo mejor vino después. Lo mejor, lo más increíble pero sin lugar a dudas lo más atractivo y hasta romántico y casi de Errol Flynn, fue cuando aseguró haberse convertido de buenas a primeras en testigo protegido (con falsa tumba propia en la que reza su nombre), luego sicario de la muy zorra de Su Majestad británica, y finalmente, agente del espionaje secreto internacional, pura elite. En ese tiempo en que yo empezaba a sospechar ya de esta ristra de fábulas fantasiosas, el muy gilipollas se descuidaba y se atrevía a escribirme desde su correo electrónico de siempre de toda la vida, y me llamaba alguna vez desde su móvil ése de la oferta del 2000: el mismo número (porque todo eso me parecía muy poco serio para un espía de alcurnia).

Comencé a sospechar que algunas piezas no encajaban pero yo aún dudaba. Menos mal que algunos del canal #espías_sin_fronteras, sobre todo el abogado difidente de Valladolid y la azafata de altos vuelos (de Iberia, una azafata fetén, nada que ver con las de las compañías de bajo coste) me advirtieron de su más que probable impostura, y de la, para ellos, notoria canallada que estaba perpetrando conmigo.

Y es que yo, incluso cuando venía a cuento, solía contar cosas suyas en ese canal del ierrece al que me acabé sumando con entusiasmo en busca de noches de diversión y asueto; y no tenía pudor alguno en narrar que, en esas escasas ocasiones en que chateábamos (siempre a horas intempestivas, ya se sabe la azarosa y desordenada vida de los espías, con extraños horarios), aquel peculiar individuo describía escenas fantásticas y utilizaba términos insólitos, al menos para mí: hablaba de “bombones” (en su jerga, personajes importantes a los que escoltar), y siempre era el mismo discurso: “no puedo seguir chateando, princesa, la mafia debe de estar buscando mi IP, es muy arriesgado”, o “he de salir inmediatamente en el pájaro (en la jerga de espías, el avión o el helicóptero que los trasladaba de peligro en peligro) que el jefe nos apremia”, “la cosa está jodida, chica, no te olvido, un beso, besos mua, princesa, Lola, temo por mi vida, el cerco se cierra…” Poco a poco los encuentros en el chat pasaron a ser breves e infrecuentes y prácticamente se limitaban a un monólogo en el que aquel fantasma me ponía al tanto de su misteriosa y peligrosa existencia.

Pero las cosas ocurren de repente y sin que las esperemos, hasta los mismos desengaños. Fue cuando lo ví terriblemente feo y costroso tras una foto colgada en una red social (la misma fotografía de la que antes obtuve con gran misterio mitad de cuarto, sólo se veía un ojo taponado por una cutre gafa ahumada y algo de su nariz). Y me vino un profundo desencanto, pues lo que contemplaba era el rostro de un sujeto exageradamente mediocre, esas inadmisibles gafas de sol a lo Jack Nicholson, de medio pelo, de mercadillo de población de costa, más propias de representante de lencería de tallas grandes que de galán de Hollywood. El cabello de pajas asqueroso, quebradizo, blancuzco, como de obrerete sindicalizado recién salido del tajo.

Conseguí con astucia que me agregara como “amiga” en su espacio (no era yo, obviamente, era otro nombre, y otra foto y otro correo electrónico creado adrede para la ocasión) y así pude asistir a la lectura de los mensajes que iba lanzando a todos los que iba admitiendo en su cofradía cibernética, siempre tan cotidianos, tan de gente común: “Mañana viene mi cuñado, el marido de la Toñi, podíamos organizar una barbacoa, tengo nuevas salsas ¿te parece?” o también, “Antonio, si puedo te ayudo este finde a reparar la caja de cambios del Suzuki, que no me gusta nada ese ruido” y cosas así, todas tan prosaicas y vulgares y de las que resultaban actividades sumamente menestrales que jamás corresponderían a las de un espía de prestigio.

Todo eso me pasó a mí aunque pueda parecer increíble. Nunca entenderé por qué mantuvo esa cruel parodia durante largos años, seguramente luciendo una sonrisa oscura y sucia sin importarle qué pudiera pasar al otro lado de la pantalla de su ordenador. Definitivamente era un espía bastardo que se impostaba a sí mismo, un sujeto de baja calaña, posiblemente un oscuro sepulturero que habita en un pueblo de mala muerte, que adora las barbacoas familiares que se celebran los domingos y arregla coches ajenos en sus ratos libres.

5 comentarios:

  1. Jajaja si nos lo tomamos por decir algo q no se es, mis nicks son ambiguos porque cuando me abre un query los babosos (yo no uso el antiquery ese, asi aun me rio un cacho) y me dicen eres tia? y yo NO (claro, en realidad no miento, no soy tía, en realidad no tengo sobrinos, pero lo que preguntan es si soy mujer) si resulta que es tio y gay q me gustan las mujeres y si es tio le digo q me gustan los hombres, asi no molesta quien no quiero que moleste ;)

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  2. ains eres la ostia warcry.... jejejejejej yo marieta siempre he tenido este aunque tengo 4 mas pero siempre sabeis que soy yo te quiero mi niña muackkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkk

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  3. juas!! Como comentábamos anoche en el canal, si cada uno de nosotros escribiera alguna historia de las que le han pasado por este medio, tendríamos un best seller.

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  4. En mi mundo hay una cosa que se denomina "la necesidad de saber" que se refiere a que determinadas cosas que no es necesario saberlas para hacer una tarea, pues no hace falta saberlas y punto. No, no soy espía, es solo aquello de ojos que no ven, corazón que no siente. ¿ No sería mucho más romántico vivir pensando en "el espía que me amó? O que tal vez "sólo se muere dos veces"... jeje

    Me llamo Rigel, Case Rigel
    Besotes

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  5. yo tengo historia y mucha pero soy yo maria mercedes jejejejejeejej muackkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkk

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